martes, 27 de enero de 2009

HIJOS ESPECIALES.- Una de mis mayores ilusiones en la vida ha sido siempre ser padre. Cuando nació mi primer hijo, yo esperaba con mi suegra en el piso bajo de la maternidad; fui discriminado y no me permitieron ver su nacimiento por creer que me desmayaría o que haría una escena durante la cesárea; claro, era política de la clínica y en ese momento no estaba tan preocupado por las reivindicaciones de género en favor de los hombres. Después de angustiosa espera, el pediatra pasó a prisa junto a mi lado con un bultito entre sus manos, envuelto en sábanas y telas de hospital, diciendo: - Es un hermoso varón, todo esta bien - y desapareció tras una puerta; luego reaparece por el otro lado del vidrio y al abrir las telas pude ver dos pequeños brazos con sus respectivo cuerpo y sus piernecitas moviéndose descoordinadamente; a los pocos segundos una pila de formato inconfundible, cual Ángel de la Fuente, dejaba ver a las claras que en efecto era del mismo sexo de su padre. Las lágrimas brotaron de mis ojos y una profunda emoción hizo que mi pecho tronara como manada de caballos en estampida; mi suegra me abrazó también emocionada y disfrutamos el momento ¡Por fin nació mi pequeño Alejandro!... Después, cuando debían entregárselo a su madre para que bebiera el calostro de su seno pletórico de leche, fuimos notificados de que debía permanecer en observación, pues todavía no respiraba bien… A los cinco años de su nacimiento, con mi segunda hija - Samantha, Samy de cariño - sucedió algo similar, con el agravante de que la demora en la entrega de la bebé era historia conocida, lo cual nos puso muy tensos… Han pasado los años; a nuestros dos hijos les detectaron un síndrome de difícil pronunciación, de origen cromosómico; entre otros efectos se producen problemas de ceguera progresiva, dificultades metabólicas en el desarrollo, en mi hija hipertensión pulmonar y en mi hijo un ductus arterio-venoso que le fue intervenido cuando tenía 5 años, entre algunas otras cosas largas de contar... Los médicos, los tratamiento, las medicinas y hasta el cambio de ciudad porque mi hija necesita vivir lo más cerca del mar por la mayor concentración de oxígeno, han sido algunas de las circunstancias que hemos vivido. Yo trabajé casi 20 años con personas con discapacidad y mi profesión es la de Psicólogo Infantil y Psicorehabilitador, lo cual en efecto me dio el conocimiento y la experiencia para entender el “problema” y sobrellevar la situación, pero han sido mis hijos quines me han enseñado la filosofía de la vida. Entiendo ahora el significado de esas dos palabras con las que inicié mi relato “HIJOS ESPECIALES”… claro que son mis hijos especiales, tan especiales como cualquier hijo de cualquier padre o madre del mundo que los ame tan intensamente como yo los amo. Nunca pensar en compadecerlos o compadecerme a mi mismo por las circunstancias que nos ha tocado vivir; acepto la ayuda y el cariño que las personas nos ofrecen, pero les devuelvo sus frases lastimeras pensando que sufrimos un tormento por lo que ellos consideran un problema. Simplemente he aceptado a mis hijos como son y procuro que ellos también lo hagan; lo ideal sería que no tengan ninguna dificultad en su salud, estoy de acuerdo, pero lo más importante es que aprendan a ser felices con lo que son y con la vida que les fue dada, en esa medida siempre serán especiales y la vida les será agradable porque ellos decidirán que así sea. Queridos padres, compañeros en la tarea de crianza, seamos humildes y aprendamos de nuestros hijos que la felicidad tan añorada está mucho más cercana en el tiempo y en el espacio de lo que creemos: esos carritos de formas y colores tan bonitos con los que se divierte mi hijo, esos muñecos de bebes lactantes que le encantan a mi hija están en la repisa y pueden acceder a ellos el momento que quieran. Porque nos empecinamos en mirar tanto al horizonte, a la espera de un futuro mejor, cuando a nuestro lado y en este instante hay tantas cosas que nos pueden hacer suspirar de alegría?... miremos a nuestros “HIJOS ESPECIALES”, tomémoslos en nuestros brazos y disfrutemos de una felicidad instantánea que nos llenará hasta el abrazo de próximo día, eso nos convertirá en padres especiales y habremos prevenido muchos de los problemas que con raros nombres designamos los psicólogos cuando la escuela empieza a descubrir que no son tan perfectos como nosotros creíamos y dejan de ser “NIÑOS ESPECIALES” para convertirse en personas comunes. Fabián.

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Centro de Nivelación Pedagógica y Desarrollo de Talentos "Kimba", propone investigar y rescatar aquellos talentos naturales con que los niños nacen, aprovechar el tiempo luego que salen de su escuela, desarrollar habilidades y trabajar en igualdad de condiciones con los chicos y las chicas